Chile vive días difíciles. La prolongada huelga de hambre de los comuneros, y el agravamiento progresivo del estado de salud de todos ellos, tiene a gran parte del país preocupado de que se produzca un desenlace fatal.
Desde un principio se sabe, que los presos políticos mapuche solicitan que la ley antiterrorista no sea aplicada en las causas judiciales que se llevan en su contra. Esto, por ser discriminatorio, dado que en situaciones equivalentes ocurridas en otras zonas del territorio chileno, la referida ley no es utilizada. Junto a lo anterior, los comuneros en huelga de hambre rechazan los dobles juicios en la justicia civil y militar; y el que los tribunales recurran a testigos sin rostros que los incriminan, haciendo imposible una defensa legal real y efectiva.
La respuesta del Estado chileno y del ejecutivo, en particular, ha sido la terquedad y el no escuchar. Se ha preferido postergar una mesa de diálogo entre representantes del ejecutivo y de los comuneros mapuche en huelga de hambre – haciendo caso omiso a las propuestas del intermediario acordado que, en este caso es el Arzobispo de Concepción, Ricardo Ezzati- esperando y exigiendo que se deponga la huelga de hambre y enviando proyectos de reforma a la legislación al parlamento y convocando a una mesa de diálogo que nada tiene que ver con la urgencia que impone un ayuno tan prolongado.
La dinámica que adquiere la situación sólo es explicable por la existencia de dos lógicas distintas que se originan en las relaciones de poder entre los actores involucrados. El pueblo mapuche es poseedor de una cosmovisión y cultura diferente a los invasores españoles primero y a la gestada con la conformación del estado chileno, después. Desde entonces, el pueblo mapuche se encuentra en una lucha -como siempre desigual- ante un Estado chileno que usa la fuerza y el engaño. La llamada pacificación de la Araucanía no fue otra cosa que el uso de la violencia estatal y el recurso a ardides y tretas para apropiarse de territorios en los que habitaban sus ancestros mucho antes de la formación del estado chileno.
Ciertamente, hay temas históricos que están pendientes. Y ellos deberán ser abordados tarde o temprano. Hoy el tema crucial y decisivo es la huelga de hambre. Tal como lo señala, Manuel Chocori, vocero de los presos políticos mapuche, entrevistado por Dilemas, “hoy el tema es los presos políticos mapuches y eso tiene concordancia con el pensamiento y la costumbre heredada de nuestros antepasados que no todo se hace junto. Nosotros los mapuches vamos paso a paso”.
El pueblo mapuche, tiene muchas razones para desconfiar, pero quienes tenemos la nacionalidad chilena debemos ser capaces de ponernos en el lugar del otro, y comprender su cosmovisión y su cultura y no hacernos partícipes de una política de dominación y despojo.
Desde un principio se sabe, que los presos políticos mapuche solicitan que la ley antiterrorista no sea aplicada en las causas judiciales que se llevan en su contra. Esto, por ser discriminatorio, dado que en situaciones equivalentes ocurridas en otras zonas del territorio chileno, la referida ley no es utilizada. Junto a lo anterior, los comuneros en huelga de hambre rechazan los dobles juicios en la justicia civil y militar; y el que los tribunales recurran a testigos sin rostros que los incriminan, haciendo imposible una defensa legal real y efectiva.
La respuesta del Estado chileno y del ejecutivo, en particular, ha sido la terquedad y el no escuchar. Se ha preferido postergar una mesa de diálogo entre representantes del ejecutivo y de los comuneros mapuche en huelga de hambre – haciendo caso omiso a las propuestas del intermediario acordado que, en este caso es el Arzobispo de Concepción, Ricardo Ezzati- esperando y exigiendo que se deponga la huelga de hambre y enviando proyectos de reforma a la legislación al parlamento y convocando a una mesa de diálogo que nada tiene que ver con la urgencia que impone un ayuno tan prolongado.
La dinámica que adquiere la situación sólo es explicable por la existencia de dos lógicas distintas que se originan en las relaciones de poder entre los actores involucrados. El pueblo mapuche es poseedor de una cosmovisión y cultura diferente a los invasores españoles primero y a la gestada con la conformación del estado chileno, después. Desde entonces, el pueblo mapuche se encuentra en una lucha -como siempre desigual- ante un Estado chileno que usa la fuerza y el engaño. La llamada pacificación de la Araucanía no fue otra cosa que el uso de la violencia estatal y el recurso a ardides y tretas para apropiarse de territorios en los que habitaban sus ancestros mucho antes de la formación del estado chileno.
Ciertamente, hay temas históricos que están pendientes. Y ellos deberán ser abordados tarde o temprano. Hoy el tema crucial y decisivo es la huelga de hambre. Tal como lo señala, Manuel Chocori, vocero de los presos políticos mapuche, entrevistado por Dilemas, “hoy el tema es los presos políticos mapuches y eso tiene concordancia con el pensamiento y la costumbre heredada de nuestros antepasados que no todo se hace junto. Nosotros los mapuches vamos paso a paso”.
El pueblo mapuche, tiene muchas razones para desconfiar, pero quienes tenemos la nacionalidad chilena debemos ser capaces de ponernos en el lugar del otro, y comprender su cosmovisión y su cultura y no hacernos partícipes de una política de dominación y despojo.
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