11 de diciembre de 2010

Muertes en la cárcel

Más de ochenta muertos y una veintena de heridos dejan riña e incendio en la Cárcel de San Miguel. Una tragedia dirán muchos. Los que siempre piden “mano dura” o dicen “no a la puerta giratoria” lamentarán las muertes. Incluso, las autoridades y portadores de este discurso concurrirán a encontrarse con los heridos y sus familiares.

Un nuevo espectáculo “espectacular” será exhibido con todo su dramatismo. “Espectáculo” que no hace otra cosa que ritualizar y banalizar los hechos, sin que la sociedad se interrogue sobre las causas originarias del crimen y la delincuencia.

Las familias de las víctimas y las víctimas mismas, serán los protagonistas involuntarios y veremos sus sufrimientos hasta que los informativos hagan un corte y pasemos  otras informaciones.

En el olvido quedará pronto el drama que significa la muerte de decenas de presos hacinados en una cárcel, tal como se olvidó el informe de la  fiscal de la Corte Suprema, Mónica Maldonado, que sólo hace 15 meses, calificó como “inhumano, degradante y cruel” el  trato que reciben los presos en el sistema penitenciario chileno.

La fiscal Maldonado, señaló que en reiteradas oportunidades habían informado a las autoridades del Estado  “las deplorables condiciones de vida que se aprecian en los establecimientos penitenciarios del país… debido tanto al hacinamiento que se aprecia en los penales como a la falta de una política penitenciaria y acciones concretas que permitan la reinserción social de los individuos”.

Hacinamiento y  nula reinserción social, son realidades que establecen las cuestiones más urgentes de abordar, pero poco o nada se hace, pues la lógica que predomina en las elites dirigentes ha sido la “guerra” contra la delincuencia. Dado que es el discurso de la derecha contra la “mano blanda” el que se ha instalado como el único políticamente correcto.

Bastaría releer las proclamas de la mayoría de quienes fueron  candidatos presidenciales en la última elección, y en particular el del actual presidente, Sebastián Piñera, para encontrarse con frases como “encerraré a todos los delincuentes en la cárcel”, o “el sistema judicial es garantista de los delincuentes pero no de las víctimas” o incluso, pidiendo, cada vez más,  rebajar la edad en la ley de responsabilidad penal juvenil.

El discurso hegemónico en torno a la delincuencia y el temor a ella, además de otorgar dividendos políticos de corto alcance,  oculta una realidad: y es la responsabilidad  que tiene el modelo económico, político y social en la construcción y reproducción de la delincuencia y la marginación.

El único destino asignado a los marginados es la cárcel, la prisión. En  ese lugar, el preso deja de ser completamente humano, pues el discurso prevaleciente de “guerra” los desconsidera en tanto  ser humano, lo diferencia de los “seres normales” y los estigmatiza. Los presos, despojados de su humanidad son definidos como inferiores y con ello se han creado las condiciones para los castigos, la humillación, el hacinamiento y la absoluta carencia de políticas de reinserción social.

¿Por qué tuvo que morir en esta maldita cárcel se preguntarán los familiares de las víctimas? ¿Cuál es la respuesta?

Al asignárseles a los  marginados la cárcel como único lugar posible, “la sociedad” individualista no ve las profundas fracturas sociales, las enormes desigualdades  y los entramados de poder que las hacen posibles. Vista así las cosas, “la sociedad” puede expiar sus propias culpas e incluso se posibilita que pueda llegar ver, con cierto alivio la muerte de los marginados encarcelados. ¿Qué pensarán los sectores de altos ingresos de lo ocurrido?

Ciertamente que el tema de  delincuencia y la marginación tiene muchas aristas. Pero en lo esencial, ojalá la trágica muerte de los presos en la Cárcel de San Miguel sea un acicate que  permita terminar con la política del avestruz y en tanto país enrumbemos por el camino de las soluciones verdaderamente transformadoras.

Publicado en Dilemas

Diciembre 8 de 2010

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