El calentamiento global es una realidad indiscutible y atemorizante. La temperatura media del planeta aumenta década tras década. El efecto es devastador: polos y glaciares se derretirán, el nivel d los océanos aumentará, las ciudades costeras se verán amenazadas de inundaciones, intensas sequías se desarrollarán, la desertificación se extenderá, los cambios climáticos serán cada vez mayores y centenares de especies animales desparecerán.
Los riesgos son de tal envergadura que la consigna única e indispensable es: Salvemos el Planeta y a la Humanidad toda.
Los causantes de la tragedia en curso es la actividad humana que produce un crecimiento cada vez más descontrolado de emisiones de gases producto del consumo de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y gas natural.
Sabido es que el 80% de las emisiones de gases contaminantes, sobretodo de dióxido de carbono, son producidos por los países más desarrollados que reúnen a un quinto de la población mundial y que quienes padecen las consecuencias más graves son los países más pobres que son, a su vez, los menos responsables del desastre en curso.
Por estos días se realiza en Copenhague, la reunión de la Organización Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático. Más de 110 gobernantes y representantes de 192 países concurrirán a una de las citas más importantes de nuestros tiempos. La idea principal del encuentro es definir reglas obligatorias para luchar contra el calentamiento global.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático es vista como el encuentro de la última oportunidad dado el apremio que la humanidad tiene. Y los trabas para acuerdos sustantivos y reales son muchas. Ni Estados Unidos ni China, y otros países, aceptan de buenas a primeras un calendario obligatorio para reducir progresivamente sus emisiones de gases. Otras dificultades estriban en el establecimiento de un sistema de compensaciones para aquellos que más contaminan ayuden con aportes a los países pobres y puedan así éstos también luchar contra los efectos catastróficos del calentamiento global.
Un tema subyace en los debates en torno a la devastación planetaria: el modelo económico prevaleciente en el mundo; con su lógica de crecimiento a toda costa, de explotación sin límites de los recursos naturales, y avidez de ganancias crecientes. He aquí una cuestión insoslayable.
Aunque los obstáculos para que culmine exitosamente la cumbre climática de Copenhague son enormes, el sentido de urgencia que tiene adoptar las medidas necesarias para detener la calamidad en marcha no admite mayores retrasos.
Diciembre 27 del 2009
Publicado en www.dilemas.cl
Los riesgos son de tal envergadura que la consigna única e indispensable es: Salvemos el Planeta y a la Humanidad toda.
Los causantes de la tragedia en curso es la actividad humana que produce un crecimiento cada vez más descontrolado de emisiones de gases producto del consumo de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y gas natural.
Sabido es que el 80% de las emisiones de gases contaminantes, sobretodo de dióxido de carbono, son producidos por los países más desarrollados que reúnen a un quinto de la población mundial y que quienes padecen las consecuencias más graves son los países más pobres que son, a su vez, los menos responsables del desastre en curso.
Por estos días se realiza en Copenhague, la reunión de la Organización Naciones Unidas (ONU) sobre el cambio climático. Más de 110 gobernantes y representantes de 192 países concurrirán a una de las citas más importantes de nuestros tiempos. La idea principal del encuentro es definir reglas obligatorias para luchar contra el calentamiento global.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático es vista como el encuentro de la última oportunidad dado el apremio que la humanidad tiene. Y los trabas para acuerdos sustantivos y reales son muchas. Ni Estados Unidos ni China, y otros países, aceptan de buenas a primeras un calendario obligatorio para reducir progresivamente sus emisiones de gases. Otras dificultades estriban en el establecimiento de un sistema de compensaciones para aquellos que más contaminan ayuden con aportes a los países pobres y puedan así éstos también luchar contra los efectos catastróficos del calentamiento global.
Un tema subyace en los debates en torno a la devastación planetaria: el modelo económico prevaleciente en el mundo; con su lógica de crecimiento a toda costa, de explotación sin límites de los recursos naturales, y avidez de ganancias crecientes. He aquí una cuestión insoslayable.
Aunque los obstáculos para que culmine exitosamente la cumbre climática de Copenhague son enormes, el sentido de urgencia que tiene adoptar las medidas necesarias para detener la calamidad en marcha no admite mayores retrasos.
Diciembre 27 del 2009
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