“Corría el 28 de noviembre de 2006 y los más importantes empresarios del país, enfundados en lujosos ternos, habían pasado el día entero bajo el aire acondicionado de CasaPiedra sin enterarse del calor primaveral en Santiago.
Por el Encuentro Nacional de Empresarios, ENADE 2006, como todos los años, habían desfilado ministros y autoridades dando explicaciones, perspectivas y anuncios a los dueños de las principales empresas del país.
A eso de las 6 de la tarde ingresaba al centro de eventos la Presidenta de la República. Seguida por un enjambre de periodistas y fotógrafos, Michelle Bachelet era recibida con un frío aplauso en el salón principal. Pero no venía sola. Un paso tras ella, cual príncipe consorte, el decano de la prensa chilena en persona: Agustín Edwards Eastman.
Tras la coincidencia y el desliz protocolar, la presidenta subió al podio y Edwards se ubicó en su asiento en primera fila. Ahí estaba el director y propietario de El Mercurio: haciendo sentir su influencia, tal como lo ha hecho siempre, en cada momento de la historia del país”
Así comienza uno de los capítulos de El Diario de Agustín. Cinco estudios de casos sobre El Mercurio y los derechos humanos (1973-1980), cuya presentación se realizó hace algunos días en el Salón de Honor de la Universidad de Chile.
El libro, que dio vida a un documental del mismo nombre, es una investigación colectiva de un grupo de egresados de periodismo de la Universidad de Chile. En sus páginas se devela el poder que tuvo y sigue teniendo el principal medio escrito del país y su propietario. Lo que dijo y lo que calló. Lo que tergiversó, desinformó o dijo a medias se representan en cinco casos de violaciones a los derechos humanos ocurridos entre 1973 y 1990. Todas acciones y crímenes de la dictadura que fueron abordados por el diario de los Edwards siempre con el afán de defenderla y desinformar. La falsedad y el engaño son la impronta de las informaciones referidas al llamado Plan Z; el caso de los 119, el crimen de Carmelo Soria, los desaparecidos de Lonquén y que el libro analiza en detalles.
“El Mercurio miente… y hace muchas cosas más”, afirmó Eduardo Santa Cruz, periodista egresado de la Universidad Católica y académico universitario, en la presentación del libro. Entre las muchas cosas más, de seguro se encuentran la contribución mercurial al derrocamiento del presidente Salvador Allende y el ocultamiento de la verdad en los crímenes de la dictadura.
Quizás, y lo que llama la atención es que El Mercurio, continúa “haciendo sentir su influencia, tal como lo ha hecho siempre, en cada momento de la historia del país” De que otra manera se explica que representantes políticos de todos los partidos se esmeren por aparecer en sus páginas. Y cómo se explica la capacidad que tiene para imponer la pauta informativa y con ello construir una realidad “mediática”.
Esta capacidad mercurial, de seguro es posible por el desprestigio de la política, a la cual contribuye el medio y que los políticos alimentan con sus inconsecuencias. Con toda seguridad el peso que tienen los medios se explica por el débil espesor de la democracia que habitamos y la debilidad, aun, de un sujeto social portador de cambios profundos.
En beneficio de la esperanza y su construcción, a lo cual el libro recién publicado contribuye, son muchos los que no creen en El Mercurio. Ya sea por la experiencia de estos últimos años o porque en su memoria habita el recuerdo de un cartel levantado en la casa central de la Universidad Católica: “Chileno, El Mercurio miente”.
Más temprano que tarde se escribirá en los muros una nueva sentencia provocadora y rebelde: “El Mercurio miente… y hace muchas cosas más”
Diciembre 2008
Por el Encuentro Nacional de Empresarios, ENADE 2006, como todos los años, habían desfilado ministros y autoridades dando explicaciones, perspectivas y anuncios a los dueños de las principales empresas del país.
A eso de las 6 de la tarde ingresaba al centro de eventos la Presidenta de la República. Seguida por un enjambre de periodistas y fotógrafos, Michelle Bachelet era recibida con un frío aplauso en el salón principal. Pero no venía sola. Un paso tras ella, cual príncipe consorte, el decano de la prensa chilena en persona: Agustín Edwards Eastman.
Tras la coincidencia y el desliz protocolar, la presidenta subió al podio y Edwards se ubicó en su asiento en primera fila. Ahí estaba el director y propietario de El Mercurio: haciendo sentir su influencia, tal como lo ha hecho siempre, en cada momento de la historia del país”
Así comienza uno de los capítulos de El Diario de Agustín. Cinco estudios de casos sobre El Mercurio y los derechos humanos (1973-1980), cuya presentación se realizó hace algunos días en el Salón de Honor de la Universidad de Chile.
El libro, que dio vida a un documental del mismo nombre, es una investigación colectiva de un grupo de egresados de periodismo de la Universidad de Chile. En sus páginas se devela el poder que tuvo y sigue teniendo el principal medio escrito del país y su propietario. Lo que dijo y lo que calló. Lo que tergiversó, desinformó o dijo a medias se representan en cinco casos de violaciones a los derechos humanos ocurridos entre 1973 y 1990. Todas acciones y crímenes de la dictadura que fueron abordados por el diario de los Edwards siempre con el afán de defenderla y desinformar. La falsedad y el engaño son la impronta de las informaciones referidas al llamado Plan Z; el caso de los 119, el crimen de Carmelo Soria, los desaparecidos de Lonquén y que el libro analiza en detalles.
“El Mercurio miente… y hace muchas cosas más”, afirmó Eduardo Santa Cruz, periodista egresado de la Universidad Católica y académico universitario, en la presentación del libro. Entre las muchas cosas más, de seguro se encuentran la contribución mercurial al derrocamiento del presidente Salvador Allende y el ocultamiento de la verdad en los crímenes de la dictadura.
Quizás, y lo que llama la atención es que El Mercurio, continúa “haciendo sentir su influencia, tal como lo ha hecho siempre, en cada momento de la historia del país” De que otra manera se explica que representantes políticos de todos los partidos se esmeren por aparecer en sus páginas. Y cómo se explica la capacidad que tiene para imponer la pauta informativa y con ello construir una realidad “mediática”.
Esta capacidad mercurial, de seguro es posible por el desprestigio de la política, a la cual contribuye el medio y que los políticos alimentan con sus inconsecuencias. Con toda seguridad el peso que tienen los medios se explica por el débil espesor de la democracia que habitamos y la debilidad, aun, de un sujeto social portador de cambios profundos.
En beneficio de la esperanza y su construcción, a lo cual el libro recién publicado contribuye, son muchos los que no creen en El Mercurio. Ya sea por la experiencia de estos últimos años o porque en su memoria habita el recuerdo de un cartel levantado en la casa central de la Universidad Católica: “Chileno, El Mercurio miente”.
Más temprano que tarde se escribirá en los muros una nueva sentencia provocadora y rebelde: “El Mercurio miente… y hace muchas cosas más”
Diciembre 2008
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