3 de abril de 2012

Haití: cuando la vida se hace insostenible

Amanece en Puerto Príncipe. El sol alumbra anunciando un día húmedo y caluroso, como lo son casi todos. Desde  el privilegiado punto de observación, en la cima de una colina en que se ubica el hotel donde nos encontramos, se escucha el cantar de gallos y trinar de aves. Idílico, imaginaría cualquiera.

En la terraza del hotel, funcionarios de organizaciones internacionales, se aprestan a desayunar, y sus voces se oyen en inglés y francés mientras evalúan la marcha de proyectos y programas.

La noche anterior, un aguacero torrencial, que dejó sin luz la ciudad, había alarmado  a los periodistas que nos encontrábamos allí.  Habíamos recorrido los barrios de la ciudad, visto la destrucción y los escombros, que transcurridos dos años desde el terremoto aún se mantienen en grado importante, y observado acongojados los campamentos que aun permanecen. Nos imaginábamos los estragos que causaría el torrente de lluvia tropical.

Mientras el sol se elevaba lentamente, y los idiomas se multiplicaban, alguien comentó que como resultado del aguacero, seis ciudadanos haitianos habían muerto. Seis personas más que se sumaban a los miles de muertos causados por los huracanes, el terremoto y el cólera. Y  en medio de tanto drama cualquiera  se preguntaría  ¿Qué ocurre en la que fuera la primera nación independiente de América Latina?

Fue en 1804,  que Haití se transformó en  la primera nación independiente de América Latina, pero también  fue el primer país negro independiente republicano del mundo a través de un proceso en que por primera vez en la historia universal triunfa una insurrección de esclavos en forma definitiva hasta implantar una nación soberana y autónoma. Fue una larga guerra  en que se derramaron  ríos de sangre esclava y al que se le exigieron indemnizaciones impagables. Los esclavos haitianos habían realizado  una gesta que superaba la de Espartaco contra el imperio romano. Y además, se dispusieron de inmediato a colaborar con otros independentistas latinoamericanos, pero la historia de Haití ha sido olvidada por la historia oficial de muchos de nuestros países.

Los desafíos de hoy

El terremoto del 2010 causó cerca de 250.000 muertes y dejó un millón quinientas mil personas damnificadas. Claro que muchos aseguran que nunca se va a saber la cifra real de muertos. Ante la lentitud de las soluciones muchos de los que vivían en campamentos de refugiados han regresado a sus antiguas viviendas que en la práctica están inhabitables. Además, al ser el epicentro en Puerto Príncipe, el sismo afectó el 70% de la actividad productiva del país. 

Jean Garry Apollon, periodista y quien mantiene un programa en Radio Signal F.M, señala  que “después de dos años  más de 500.000 personas no tienen viviendas aún y viven en campos informales; el suelo está cubierto aún de  escombros  de los edificios en ruina”. “Se diría que el terremoto tuvo lugar hace dos meses”, agrega con tristeza Apollon. La administradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark, aseguraba hace unos días en Puerto Príncipe que “más del 60 por ciento de los diez millones de metros cúbicos de escombros que resultaron del terremoto fueron removidos”. Pero la verdad es, que en pleno centro de la ciudad, es posible observar la destrucción y que muchos escombros aún yacen en las calles, aunque estos no impiden el paso de vehículos.

Apollon, cuestiona que la ayuda no llegue a los haitianos directamente. Nos cuenta que según su información,  y nos señala un ejemplo “el  dinero del fondo humanitario, lo que representa 2,4 mil millones de dólares, se había distribuido de la siguiente forma: 34% se devolvieron a los organismos civiles y militares de los donantes para la intervención de urgencia; 28% asignados a los organismos de la ONU y a ONG; 26% asignados a sociedades privadas y se pagó a otras ONG; un 6 por ciento se presentó como servicios en especie a los beneficiarios; 5% transferidos a sociedades nacionales e internacionales de la Cruz Roja”. Y que sólo el “1% al Gobierno haitiano y un 0,4% a ONG haitianas”. El Centro para la Investigación Económica y Política, la fuente más confiable para obtener información precisa sobre el tema de la ayuda, analizando los 1.490 contratos adjudicados por el gobierno de los EE.UU. después del terremoto de enero 2010 hasta abril de 2011; encontró que sólo 23 contratos fueron para empresas haitianas.

Como si el ministro de Economía y Finanzas haitiano, André Lemercier Georges, hubiera escuchado las opiniones del periodista,  Jean Garry Apollon,  señaló  en rueda de prensa  a las pocas horas que el Gobierno central asumirá  nuevas funciones.  Ello a partir de que desde octubre del 2011 la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) se encontraba prácticamente disuelta y había sido cuestionada fuertemente por los haitianos.. "El nuevo actor ante el Fondo de Reconstrucción de Haití (FRH) es el Gobierno haitiano", dijo Georges, quien indicó  que será el  Ministerio de Planificación  quien "dará entrada" a los proyectos presentados en favor de la reconstrucción. Claro es que está por verse las condiciones que se le pueden imponer  al gobierno, pues el FRH recibe las donaciones de la comunidad internacional y es administrado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En la actualidad, el fondo tiene una disponibilidad de 100 millones de dólares, según información oficial señala la agencia EFE.

En lo político, el país vive un proceso de crisis política que se prolonga en el tiempo.  No es necesario referirse a la intromisión de  las grandes potencias en el proceso político haitiano. Baste recordar lo ocurrido en el último tiempo. En los días que ocurrió el terremoto debían realizarse las elecciones para elegir la mitad del Senado. Al suspenderse se generó una deslegitimación del proceso político, pues el Senado quedó reducido sólo a la otra mitad.  Luego se hizo una primera vuelta presidencial, donde el candidato y actual presidente, Michel Joseph Martelly salió tercero. Hubo cuestionamientos a los resultados y se envió una misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) para investigar, pero ésta cambió el resultado de la primera vuelta. Se acusó a la misión de la OEA de ser manipulada  por los Estados Unidos, cosa que a todas luces parece evidente. Y luego se realiza una segunda vuelta  entre la candidata que salió primera y Martelly. Elección en la que el actual presidente gano con cerca del 60%  de los votos, con la salvedad que participó sólo el 19% de la masa electoral.

Estabilizando la inestabilidad.

Tras el golpe de estado del 2004 -auspiciado por los Estados Unidos y el gobierno de George W. Bush- y el secuestro de Jean Bertrand Aristide, se generó un proceso de inestabilidad política que primero, con la participación de fuerzas estadounidenses, francesas y canadienses  instalaron una misión militar. Luego, solicitarían a la ONU la creación de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). Rechaza por el pueblo haitiano y aceptada luego por las fuerzas políticas aún mantiene su presencia. Con el transcurrir de los años, para algunos haitianos han contribuido a superar la inseguridad. Inseguridad que ha decir verdad no tiene razón en la delincuencia y criminalidad que no es mayor  que tienen otros países de la región. En Haití la verdadera inseguridad es la alimentaria. Portavoces de la MINUSTAH, reconocen que su permanencia no puede ser eterna. Diversas denuncias de abusos han contribuido a un aumento de las críticas a la presencia militar extranjera. Para una parte de la población, la estabilización ya existe, y aspiran a retomar  autonomía en sus decisiones.

Algunos cooperantes y voluntarios, concuerdan que las catástrofes naturales con sus secuelas de muertes, han, de alguna manera, minado la capacidad de resistencia de la población. Los miles y miles de muertos por temporales, terremotos y el cólera, a los cuales hay que agregar una amplia “diáspora” inmigrantes en países de la región, ha obligado a reconstituir nuevos tipos de familias, por la ausencia o muertes, de padres, hermanos e hijos. Pero pese  a todo, se muestra como una población diga y orgullosa, que se esfuerza día a día por sobrevivir. El comercia informal y precario inunda las calles del país. Otros viven de la remesas del exterior.  Un altísimo  porcentaje de la fuerza laboral se encuentra cesante.

Una nueva independencia

Al recorrer las calles de Puerto Príncipe,  uno no deja de impactarse por la tragedia. Los campamentos son numerosos, ya sea cerca del aeropuerto, en las plazas aledañas al palacio presidencial y en otras zonas de la ciudad. Lonas azules y blancas, apretujadas unas al lado de otras, albergan  a seres humanos en condiciones intolerables sino espantosas.

Por ello, que al observar la ciudad, desde lo alto, al amanecer en medio del cantar de gallos,  surgía la pregunta ¿Qué ocurre en la que fuera la primera nación independiente de América Latina? Caminando entre su población, por las estrechas calles asomaba otra interrogante ¿Qué necesita Haití?

Una respuesta gira en el aire: una nueva independencia. La definitiva. Aquella que realice su pueblo, retomando la gesta originaria.

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