16 de junio de 2011

De sorpresas, escándalos y delitos

A medida que pasan los días todo lo que se hable de La Polar suena a escándalo y a delitos. “Ha habido algo malo, muy malo. Ha habido cosas muy delicadas” señaló  el actual presidente de la empresa.
 
Mientras la prensa informa que  algunos de sus gerentes, directores y sus sociedades relacionadas recibieron millones de dólares por la venta de acciones que tenían de La Polar, se sabe  que el falseamiento de informaciones impactará  en los fondos de pensiones  perjudicando a los afiliados de las AFPs.  Y tan grave como la pérdida de los trabajadores  es el abuso cometido con quienes compran con tarjetas de crédito, dado que ante  atrasos en los pagos, la empresa impuso repactaciones unilaterales con tasas de interés usureras.
 
Los escándalos y los delitos son el resultado de un modelo político y económico que amplía los espacios de acción al capital privado y reduce cada vez más la presencia estatal y los controles y regulaciones que  el estado pueda ejercer.
 
Lo que indigna, es que los trabajadores y los consumidores, se encuentran en  clara desventaja ante el poder del capital privado.  Unos no tienen rol alguno en la administración de sus propios fondos previsionales  y  los otros, se ven sometidos a la prepotencia  y soberbia de quienes se sienten con el poder suficiente para imponer sus condiciones.
 
Los organismos privados  como empresas auditoras y clasificadoras de riesgos nada hicieron.  Las instancias estatales encargadas de fiscalizar no actuaron a tiempo y dejaron pasar. Todos tenían antecedentes de que “algo malo” ocurría.  La inoperancia de los organismos estatales se explica porque la idea predominante es que el Estado debe dar facilidades al capital privado, y así ha ocurrido en las últimas décadas.
Algunos, dicen estar sorprendidos y llaman a terminar con la hipocresía en nuestra sociedad, dado que todos sabemos que hechos como el ocultamiento de información, las tasas de interés abusivas,  la especulación  y  la colusión  existen a vista y paciencia de todos. Pero  nada se ha hecho  para frenar estos delitos que se visten de cuello y corbata.
 
Otros los minimizan, diciendo que son simples accidentes.
 
Pero un mínimo de exigencia  debería señalas que todos los involucrados en “las irregularidades”, de  los abusos  y los delitos deberían estar en prisión.   No es posible que aceptemos tanta desigualdad, tanta asimetría entre los que tienen poder y los desprovistos de garantías mínimas. Aún vive en la memoria, aquella información que trascendió con motivo del incendio en una cárcel: uno de los calcinados había cometido el delito de piratear películas.
 
Para reiniciar un proceso que restaure mínimas confianzas, urge  profundizar las investigaciones ante estos verdaderos delitos del capital y ante la negligencia de los organismos fiscalizadores , sus directivos deberían presentar su renuncia.

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