9 de septiembre de 2011

Crónica de una detención

El jueves 8 recién pasado estudiantes, especialmente secundarios, se reúnen en Plaza Italia, más bien en el sector del Parque Bustamante. No era una marcha autorizada, dado que se ha establecido el criterio que se debe solicitar "permiso" con 48 horas de anticipación.  Pasó un largo rato en que no se percibía con claridad si marcharían por la Alameda. Un gran despliegue policial, que incluía piquetes de carabineros en varias filas, caballería y vehículos lanzaaguas, lanzagases y buses policiales impedía el paso de los secundarios a quienes, a medida que pasaban los minutos, se agregaban algunas facultades universitarias.  
La situación era –como se suele decir- de tensa calma. Lo que no impedía que los adolescentes secundarios iniciaran “una guerra de papel” contra las Fuerzas Especiales de Carabineros. Como si las hojas de cuadernos sin uso por la larga paralización se transformaran en pelotas y aviones que caían en hombros, pies y cascos de las fuerzas de Carabineros apertrechados de escudos y protegidos con chalecos especiales y otros equipamientos.

En determinado momento  los estudiantes toman en dirección al sur, por la calzada poniente de la Avenida Bustamante, ocupando parte del parque. Desde un vehículo policial se les indicaba que debían despejar la calzada. La marcha transcurría en forma absolutamente pacífica. Los estudiantes, que a esa altura sobrepasaban -según mis cálculos- los tres mil, avanzaban a paso lento. La columna se extendía unas tres cuadras. Tras los estudiantes  un contingente de a pié  y varios carros policiales.  Cerraba la marcha de los estudiantes un “viejo pascuero” que llevaba entre sus manos el Código Laboral  y la Constitución Política, y que señalaba a quien lo quisiera escuchar,  que eran las dos principales ataduras que tiene el Chile de hoy.

Sorpresivamente, cuando la delantera de la marcha, llega a la calle Curicó, la policía de a pié abre paso a los  carros lanzaaguas y procede a dispersarlos. Los estudiantes corren en todas direcciones, preferentemente hacia el sur y el oriente dado que los carros policiales se desplazaban por la calzada poniente. Las fuerzas especiales de Carabineros optaron por responder a la reciente “batalla de papel” con zorrillos, chorros de agua, gases lacrimógenos, detenciones, generándose a partir de allí una dinámica absolutamente distinta.

Fui detenido pasada las 12.00 horas en  calle Jofré con Avenida Bustamante, mientras fotografiaba el despliegue y la acción de carabineros. Subido a un bus de Fuerzas Especiales, donde  el material de mi cámara fotográfica y el audio de mi grabadora de sonido fueron borradas. Razón que explica las fotografías que no pueden verse en esta nota.

Lo que vi en el bus policial y en la 18ª comisaría

Al carro policial subieron prontamente a 3 menores  de edad y otro que dijo tener 18 años. Uno de los menores es subido con fuerzas y tras él, un carabinero trae una piedra en sus manos. Luego se la pasa al adolescente, que con cara de asustado la recibe. Tras esto lo filman, y lo increpan interrogándole  si sus padres sabían que andaba  marchando. Lo hostigan y agreden verbalmente con voz autoritaria. Le señalan que sería retenido por el Servicio Nacional de Menores (Sename).

Al joven de 18 años, lo esposan con las manos atrás. Les digo que no es necesario que lo esposen, pues habemos cinco detenidos, estamos dentro de un bus absolutamente cerrado. Los policías deben ser alrededor de doce. Ellos señalan que la ley los autoriza. Otro reitera que los periodistas y las cámaras no lo inhiben.

A esas alturas, me pregunto acerca de la doctrina que guía el actuar de Fuerzas Especiales, y la necesidad de una revisión exhaustiva de procedimientos. Observo que se sienten absolutamente respaldados por un discurso de autoridades, e incluso medios de comunicación, que  criminaliza la protesta social y construyen simbólicamente su exclusión. Imaginé el actuar de Carabineros la noche de la muerte del adolescente, Manuel Gutiérrez. También consideré la conflictiva situación que vivía la institución por el “paso al lado” de su exdirector general, Eduardo Gordon y el resultado de la acusación constitucional al ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, vista hace pocos días atrás, en la Cámara de Diputados.

En la 18ª Comisaría, se produjo un entrecruzamiento de personal: el permanente de esa comisaría y el de fuerzas especiales. Ellos respetan sus grados. El personal de la Comisaría cuando actúa dentro de ella, tiene sus procedimientos y está más acostumbrada a seguirlos al pié de la letra. En los primeros momentos Fuerzas Especiales impuso su tono. Con el correr de las horas, la necesidad de cumplir con los partes y la entrega de información a tribunales obligó a acelerar la tramitación y superar dificultades por exceso de detenidos y problemas técnico-computacionales que, al parecer  afectaban a toda la zona.

Se me llevó a una constatación de lesiones en una oficina pequeña donde soy atendido por una doctora que vestía el delantal blanco que caracteriza a los médicos. Antes, es atendido un estudiante que evidencia sangre en  el sector izquierdo de su rostro y señas de herida en su ceja. Al mismo tiempo expresa estar adolorido de su mano izquierda, y luce una especie de cabestrillo azul. Obtuve una fotografía con mi teléfono celular, que adjunto.

Más tarde, me reencuentro con él en una oficina más grande, amoblada con pupitres, en la cual ya había estado. El estudiante me indica que se llama Tomás Carrasco, que estudiaba en  el Liceo Cervantes. Me dice que tiene 16 años y me asegura que había sido golpeado y que le doblaron los dedos de su mano izquierda y fue llevado para constatar lesiones en la Posta 4.

Yo fui liberado alrededor de las 18.30. por mi condición de periodista, el personal permanente de Carabineros de dicha Comisaría, actuó con diligencia.  Al salir de la Comisaría, se encontraban amigos, mis hijos, colegas periodistas y el Presidente Nacional de nuestra orden profesional, Marcelo Castillo.

En el interior de la Comisaría, quedaron alrededor de una cincuentena de estudiantes, mientras sus padres esperaban ansiosos conocer la suerte de sus hijos.

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