2 de marzo de 2010

La reconstrucción será una tarea ardua

La enorme devastación causada por el terremoto en Chile pone en primer lugar resolver con prontitud aquellas situaciones urgentes y de emergencia que todo sismo desata. Simultáneamente, pero en un ambiente de mayor tranquilidad, será el momento de investigar y evaluar los mecanismos institucionales públicos y privados, y también sociales que toda sociedad construye para enfrentar eventualidades catastróficas como la vivida.

Lo urgente está en restaurar -especialmente en las zonas mayormente devastadas- los servicios básicos de luz, agua, atención hospitalaria para el conjunto de la población, proveer de alimentos básicos, generar las mejores condiciones de albergue para quienes perdieron sus viviendas y garantizar condiciones elementales de tranquilidad.

No existe duda que el sistema de comunicaciones nacionales -en que las empresas privadas tienen una mayor responsabilidad- se vieron claramente colapsadas. Las comunicaciones no permitieron que las familias tuvieran información de los suyos en el tiempo requerido, todo lo cual redundó en la ausencia de un factor tranquilizante d la población en su conjunto. Al mismo, tiempo las fallas afectaron las comunicaciones de las autoridades que progresivamente, y a medida que los servicios se restauraban, fueron dimensionando la real envergadura del terremoto.

Habrá que evaluar los mecanismos o canales sociales para responder a una catástrofe tan devastadora. La ausencia de una comunidad organizada que participa activamente de la democracia fue notoria.
Se puede comprender la desesperación y la angustia colectivas en situaciones de crisis, agravada por la falta de abastecimientos y de ayuda necesaria y pronta. Pero es indudable, que ha pesado fuertemente, el carácter esencialmente consumista e individualista que ha tenido el desarrollo de nuestra sociedad en los últimos decenios y el hecho de que se perciben grandes desigualdades sociales y fragmentaciones de todo tipo.


El momento de la evaluación será un momento necesario y habrá que evaluar también el rol de los medios de prensa. En lo inmediato, transcurridas poco más de 72 horas del sismo, la distribución de la ayuda ha comenzado a tener una mayor eficiencia. La disposición de ayuda internacional comienza a ser real: una brigada de 27 médicos y personal de salud de Cuba viaja hacia Chile para prestar asistencia a los damnificados; un avión con ayuda humanitaria española partió desde Madrid; Brasil, Bolivia y Estados Unidos, entre otros países, comienzan a materializar las ayudas ofrecidas.

La reconstrucción será una tarea ardua y la evaluación una labor inevitable.

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