Los estudiantes chilenos han dado muestras de generosidad, decisión y lucidez.
Ellos vislumbran que los cambios estructurales que necesita el sistema educacional se vinculan estrechamente con la necesidad de erradicar el modelo económico y político vigente en el país.
La grandeza de los estudiantes se acrecienta cuando enfrentan presiones de diversos poderes que, desde la individualidad y el egoísmo cuestionan toda aspiración colectiva. Los estudiantes, por el contrario, han sido solidarios y aspiran a un Chile más igualitario.
Han mostrado una decisión digna de encomio, tras mantener por casi ya dos meses una movilización que despliega creatividad, masividad y rechaza los intentos de división y fragmentación. Pese a las diferencias propias que en toda lucha existe, han sabido construir caminos unitarios.
La perspicacia del estudiantado destaca cuando difunden al conjunto de la sociedad que los problemas de Chile tienen su sustento en un sistema económico que excluye a los más y beneficia a los menos; y que además se ha construido simultáneamente un sistema político de baja densidad democrática.
Los estudiantes de nuestro país, con sus ideas y acciones señalaron que el sistema actual es desigual, que la lógica del capital es la usura y la extracción de ganancias a costa de los trabajadores y sus familias.
Allí radica el mérito de las movilizaciones estudiantiles. En mostrarnos que las desigualdades son intolerables. En señalarnos que los derechos se exigen y que el malestar no es suficiente, que es necesario expresarlo y desplegarlo por las calles.
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