
Hoy se ha establecido contacto con los mineros atrapados. Se ha establecido una línea de vida. Imagino las emociones de los treinta y tres atrapados y las de sus familiares. Las lágrimas de familias trabajadoras que se deslizan por los rostros curtidos por el esfuerzo. Los abrazos como gestos solidarios.
Ahora comienza una nueva etapa. La del largo rescate. De aquí al momento que los veremos emerger, cansados y más delgados, debiéramos recordar en todo instante las causas de la tragedia. Reconocer que sus voces no fueron escuchadas cuando denunciaban las inseguridades que presentaba la faena.
Por cumplir los planes de los empresarios se les asignaban labores en zonas peligrosas sin pensar en los riesgos que los mineros corrían. “Se están enriqueciendo a costa de la desgracia de los trabajadores” señaló un trabajador accidentado tiempo atrás en la misma mina San José.
Cuando la alegría de saber que se encuentran vivos y un sentimiento de alivio recorre el país, debemos registrar en nuestra memoria que la tragedia es “un grito de alerta, otro más, de las precariedades que genera este modelo económico” como señalara la hermosa carta de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos a la familias de los mineros atrapados en mina.
En la nueva fase que se inicia, habrá muchos peligros. Uno de ellos es que olvidemos pronto las causales de la tragedia y que pase el tiempo y la impunidad se cierna sobre los responsables.
De alli que, necesario es mantenerse alertas. Más aún, cuando desde los centros de poder se acercan al mundo del trabajo con la intención de que, entre flashes, fotografías y televisión, se oculte lo que de verdad originó toda esta desgracia: las malas condiciones en que se desenvuelve el mundo laboral y la relación de verdadera explotación a que son sometidos los trabajadores de nuestro país.
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